16 de marzo de 2011

Nos Volveremos a Ver III

3ºparte

Ya era tarde. Estaba tirada en mi cama todavía protestando, llena de rabia hacia Santiago, lo peor era que ni siquiera le había podido hacer pagar por su pequeña broma para nada graciosa, solo atine a ponerme roja como de costumbre y salí caminando a duras penas de ahí bajo la lluvia conservando la poca dignidad que me quedaba.
-Idiota- suspire una vez más girando en mi cama.-Idiota- dije de nuevo llena de vergüenza. De pronto vi mi reloj en la mesa de noche lo que me devolvió a mi realidad actual.
Tenía que bajar a resolver fuere lo que me encontrara en la planta baja de mi casa, pero hoy no quería, no podía, debía…
-Tienes que hacerlo Rachael, debes; cuentan contigo- me dije a mi misma para infundirme  ánimos mirando el empapelado de mi habitación de color beige con pequeñas lilas como si fuera a liberarme de mis cargas. No lo podía posponer más y baje lentamente aquellas ruidosas escaleras de madera oscura.

Fueron dos días, poco productivos, y para nada satisfactorios, en los que no había vuelto a mi pequeño refugio en el parque. Y hoy me encaminaba hacia allá, con ciertas expectativas que  me reusaba a admitir para mí misma mientras transitaba aquel conocido camino.
El colegio seguía su curso normal y sin sobresaltos, con sociabilidad nula, y poca retribución a mi espíritu, solo esto me quedaba. Y lo amaba demasiado como para dejarlo por demasiado tiempo. Ya a pocos pasos de mi banca predilecta, rodeada de arboles que daban pequeñas florecillas de color lavanda me di cuenta de que esta vez sería algo diferente a las demás, porque cuando alce mi vista de mis zapatos, los cuales vigilaba de cerca para no tropezar, vi a Santiago vestido con una camisa blanca, un pantalón color caqui y la corbata floja, sentado en el otro extremo del parque con las piernas cruzadas ambas sobre el banco viendo al vacio.
Aun a esa distancia pude notar, no sé por qué, a la vez que enroscaba un mechón suelto de mi pelo con los dedos, que su semblante estaba perturbado y algo… triste. Me sorprendió un poco, pero más me tomo por sorpresa como en mi pecho se formaba un nudo lleno de angustia. Me resistí, no lo podía aceptar, ni lo iba a hacer. Simplemente me limite a sentarme a leer unos de mis libros favoritos, con el fin de distraerme y relajarme, disfrutar como antes de aquel mágico lugar para mí desde hace mucho ya, rodeada de naturaleza y serenidad.
Fue un esfuerzo en vano, de vez en cuando lanzaba pequeñas miradas por sobre las algo  amarillentas páginas de mi novela para ver si continuaba ahí, y así era, aun con su expresión contrariada. Estuve un buen rato de esta manera, hasta que nuestras miradas se cruzaron y un escalofrió recorrió toda mi espina dorsal, en cuanto que a él pareció como si un rayo lo hubiera atravesado por el rostro y lo hubiese iluminado con un resplandor dorado y una enorme y perfecta sonrisa llena de afecto.
-No- me ordene a mí misma, a la vez que contenía mi rubor y escondía mi cara de nuevo en el libro. Otro rato paso sin que nos viéramos hasta que no pude soportar de nuevo, mi voluntad flaqueo; volví a ver hacia su dirección. Ahí estaba, aun triste, y me resultaba doloroso muy a mi pesar.
Suspire –Bien... hazlo, que mas da- me dije; entonces me quite la hebilla del pelo que sostenía un rodete, que molestaba por lo tirante; deje caer mi cabello ondulado hacia los costados, coloque un marcador en la novela, tome mi morral y avance hacia donde se encontraba sentado Santiago mientras que mi camisola blanca con pequeñas motitas rojas se removía por el viento.
Cuando llegue a su lado el corto la llamada en su celular y lo coloco en el bolsillo de su pantalón, y sus  refinadas facciones parecieron iluminarse de nuevo, resplandeciendo con una sonrisa picara. Fue cuando comencé a sentir el rubor; como lo odiaba por eso.
-Hola- dije cortante, ya de mal humor arrepintiéndome de estar ahí parada.
-Hola- respondió con amabilidad y un entusiasmo escondido bajo la voz
-Solo pasaba a saludar, y… no sé; saber si te encontras bien…- dije forzada
-Pues… Eso es algo que te interesa?- me dijo con algo que me pareció burla mientras sonreía como un niño pequeño e inocente, algo que me irrito más, porque siempre conseguía sacarme de compostura?, nadie podía, solo él.
-La verdad, NO, solo  lo decía porque me parecía lo menos que podía hacer después de que vos me ayudaste ese día en que estaba mal- dije casi gritando toda colorada. Mentirosa me dijo una voz en mi interior.
-Bueno gracias pero no me debes nada, yo solo lo hice por… no sé, algo me llevo a hacerlo, a ir a tu lado- sonrió un poco mas- pero no quiero que te sientas en deuda por eso…
-Está bien yo…- su celular comenzó a sonar de nuevo interrumpiendo mis palabras, Santiago se limito a mirar el numero y corto.
-Me tengo que ir- articulo cada palabra como una disculpa mientras se revolvía un poco sus oscuros cabellos y me miraba a los ojos. La ansiedad me invadió de nuevo cuando dio su primer paso lejos de mí.
-Espera!- dije sin pensarlo y lo tome por el codo -no te vayas todavía, no-
En un segundo había tirado todas mis cosas al suelo para detenerlo, por verle a los ojos, sabía que era eso; lo sabía muy bien, no me gusto confirmarlo pero tampoco lo podía evitar. La expresión de Santiago pasó de la sorpresa en un segundo a la satisfacción y la alegría en otro. Sonriendo me abrazo muy fuerte.
-Rachael- dijo mi nombre entre mis cabellos.

Nos Volveremos a Ver II

2ºparte

Después de haber pasado cuatro terribles días sin ni una visita a mi “santuario” dando vueltas en mi casa tratando de ocupar mi cabeza con frivolidades para distraerme; pasando las clases de largo, estaba harta y estresada, y sentada en mi pupitre decidí pasar por ahí directamente después de mis clases mientras jugueteaba con la goma de borrar entre mis dedos sin prestar casi atención a la lección. Lo había estado evitando por miedo a cruzarme con Santiago de nuevo… porque me sabia su nombre como si fuera el de mi hermano?... además después de todo porque me avergonzaba y reprimía por un simple desconocido?!. Me fastidiaba mucho  esa sensación.
Cuando sonó la campana del fin de la jornada, tome mi bolso negro y lo cruce sobre mi hombro  acomode mi pelo mientras comenzaba  a avanzar hacia afuera del colegio directo a aquel parque, esquivando a los alumnos que caminaban demasiado lento comenzando a impacientarme, demasiado ansiosa, hasta que al fin comencé a caminar en soledad a excepción de unas pocas personas que pasaban por ahí. Ya conocía muy bien el camino y mientras  avanzaba un poco más lento el frio viento me helo las manos  por lo que estire un poco más las mangas de mi cárdigan para cubrirme los dedos. Un par de metros más…
Levante mi vista con las mejillas algo frías y unos cabellos rebeldes sueltos sobre mi rostro, ese era mi lugar especial; mi “santuario”, corrí hacia una banca para sentarme con un suspiro.
Era feliz de nuevo podía volver a tener aquella dosis de paz y tranquilidad mental que tanto me faltaba. En mi casa todos iban y venían, corrían, gritaban, peleaban por idioteces… acá no, acá solo tenía sensaciones bellas.
Pero había algo diferente hoy, algo estaba raro. Revise el resto del parque con mis ojos buscando alguna diferencia notable, no la había, tampoco era el clima, amaba el frio… Entonces qué?...
No lo pensé mas, hoy solo quería relajarme un poco nada más. Mirando aquel cielo ya algo apagado por el horario, con algunas nubes finas y alargadas; oyendo el ruido de las hojas siendo revueltas por los arboles.
Pasaron un par de horas, y la sensación de que algo no encajaba se volvía de una pequeña molestia a algo que ya me quitaba la paciencia cuando vi que una gota mojaba mi jean azul oscuro que me había puesto hoy temprano. Fue en eses momento que algo me hizo clic adentro y no me gusto lo que descubrí.
Me puse de pie, tome mi bolso y comencé a  transitar el camino a casa mientras la lluvia comenzaba a nacer y mojaba mis rizos rojizos dándole un tono más oscuro que me hacían ver más pálida, como un fantasma. Caminando por el parque con las manos en los bolsillos del cárdigan  me costaba admitirlo pero estaba realmente incomoda. Lo que me sucedía era que me sentía en un principio perseguida, pero a la vez ansiosa, realmente lo esperaba. Pero no, había sido mera coincidencia y era estúpido esperar que pase de nuevo. Además… porque?... solo era alguien sin importancia, que no conocía, un idiota más seguro.
Ya estaba en el borde opuesto del lugar, cabizbaja mucho más mojada a causa de la lluvia que caía más fuerte. Entonces pise como  es mi costumbre de una forma para nada hábil una pequeña roca saliente del césped húmedo lo que provoco mi inevitable caída de trasero en todo lo mojado del pasto.
-Mierda!!... – maldije gritando mientras me corría los cabellos del rostro y resoplaba un poco- Esto me pasa solo a mí…
-Tal vez si prestaras más atención a tus pasos sería distinto, no crees?... Quieres ayuda?
Frente a mi vi un par de zapatos negros, y cuando alce la vista; era ese rostro que hacía falta hace un rato para que todo encajara. Con sus blancos y largos dedos de su mano extendidos hacia mí, acompañado de una media sonrisa  con los cabellos sobre el rostro sosteniendo un paraguas negro. Entonces recordé sus palabras.
-Porque no te dejas de aparecerte por ahí opinando sobre mis habilidades de concentración?
Dije fastidiada y ruborizada
-Es un simple consejo- dijo sonriendo aun con la mano extendida hacia a mí, lo que hizo que me dé cuenta de que seguía en el suelo mojado, por lo que me puse de pie.
-Nadie te lo pidió- dije cruzando los brazos pero él me tomo del hombro y me atrajo hacia él para abrazarme contra su pecho debajo del paraguas con el brazo libre.
-Te vas a resfriar- me reto de una forma en la que no parecía así realmente, me quede tiesa sin poder reaccionar.
En ese momento maldije en mi fuero interno de nuevo porque sabía exactamente lo que me estaba sucediendo.
-Todavía no se tu nombre…- El interrumpió el hilo de mis pensamientos
-Ra... Rachael
-Un gusto Rachael- dijo con dulzura sonriendo- sabes? Eres todo un caso…
La sangre me hirvió.

Nos Volveremos a Ver

Era un hermoso atardecer con sus nubes color lavanda y el sol que comenzaba a ocultarse en un resplandor color naranja; la poca brisa que se escurría por las ramas de los árboles me hacia cosquillas en mis humedecidas mejillas y adhería algunos de mis rojizos cabellos a mi rostro.
Ahí estaba yo; sentada en medio de la pequeña plaza apartada y oculta entre edificios y casas, tratando de huir de los desastres de mi hogar, si es que lo podía llamar así, pues ya no lo sentía como mío. Allá solo reinaba el caos. En este, lugar aquí en este banco, solo había paz.
Hacia unos meses ya que había descubierto este pequeño oasis en medio de la atareada ciudad, siempre vacío y desde entonces nunca mas lo pude dejar. Todas las tardes después del colegio volvía a mi pequeño refugio a calmar mi mente y escapar de mis penas, sentía como el suave balanceo de las copas de los árboles y el dulce pero muy sutil perfume de las flores silvestres me limpiaban desde lo mas profundo de mis raíces. Me sentía plena por unos momentos.
A veces me preguntaba que hacia ahí sola sentada viendo la nada y derramando un par de lágrimas, pero la verdad era, que yo era una chica demasiado tímida y no tenía amigos por montón como se supone para mi edad. La mayor parte del tiempo no me importaba, pero en ciertas ocasiones se volvía difícil.
La brisa se volvió un poco mas fuerte y revolvió mis cabellos alrededor de mi cara por lo que los tome con ambas manos y los aparte todos hacia un costado sobre mi hombro izquierdo, mientras el sol terminaba de ponerse sobre mi vestido arrugado.
Ya era hora de regresar al mundo real, y mientras me alistaba mentalmente para partir, una mano con un pañuelo del color del vino se extendió ante mí.
Alce mi rostro con recelo para ver de quien se trataba, era un joven de cabellos negros y brillantes que caían en flequillo hasta casi cubrir sus oscuros ojos. Estaba esbozando una media sonrisa a modo de consuelo y disculpas mientras seguía con el pañuelo frente a mí.
-Tómalo- me dijo con una vos suave como si se estuviera dirigiendo a un pequeño
-Gra...gracias- apenas pude articular mientras tomaba su pañuelo y me limpiaba un poco la cara talmente avergonzada de que aquel extraño me haya encontrado en ese estado
-Estas bien?- me pregunto algo preocupado por su expresión
-Si, lo estoy gracias
-No parece así, te lo podes quedar- dijo mientras rechazaba su pañuelo de vuelta- se que no es mucho pero te lo obsequio si cambias es cara-
-Disculpame, pero yo no te conozco… o sí?-empecé a tironear de mi cabello. Era un completo extraño para mi y comenzaba  a desconfiar, a la vez que se me aclaraba un poco la mente, embotada por la vergüenza y la sorpresa-
-Pues la verdad es que no nos conocemos, pero no es la primera vez que te vi, siempre venís por acá no es cierto?- pronuncio curioso mientras revolvía su pelo con la mano izquierda-
-No, y no deberia hablar con vos, no te conozco… así que… disculpa pero me voy
Me puse de pie con mucho cuidado evitando no tropezarme como siempre, acomode un poco mi vestido y partí hacia mi casa; o comencé a hacerlo mientras avanzaba lentamente por el parque. Pero sentí que alguien me tomaba del hombro derecho.
Cuando gire por reflejo, ahogue un grito al ver que tenía a aquel chico demasiado cerca de mi rostro invadiendo mi tan preciado espacio vital. Me asusto, me enfureció, y me avergonzó aun más! Mientras trataba de quitar las manos de mi boca y no gritarle.
-Me olvidaba, no me presente- dijo al sonreír un poco, o así me pareció- soy Santiago, espero verte de nuevo.
-N.. N… NO cuentes con ello –alcance a decir a la vez que me di la vuelta y apresure mi paso a casa. Y como era de esperarse en mí; en el apuro trastabille con mis propios pies casi terminando en el suelo.
Solo por estúpida curiosidad vi en dirección a Santiago para darme cuenta que en su cara parecía ocultar una risa, y en ese instante mientras me erguía del todo sentí como el rubor me invadía. Apure el paso, por suerte mi casa no estaba lejos de ahí.