3ºparte
Ya era tarde. Estaba tirada en mi cama todavía protestando, llena de rabia hacia Santiago, lo peor era que ni siquiera le había podido hacer pagar por su pequeña broma para nada graciosa, solo atine a ponerme roja como de costumbre y salí caminando a duras penas de ahí bajo la lluvia conservando la poca dignidad que me quedaba.
-Idiota- suspire una vez más girando en mi cama.-Idiota- dije de nuevo llena de vergüenza. De pronto vi mi reloj en la mesa de noche lo que me devolvió a mi realidad actual.
Tenía que bajar a resolver fuere lo que me encontrara en la planta baja de mi casa, pero hoy no quería, no podía, debía…
-Tienes que hacerlo Rachael, debes; cuentan contigo- me dije a mi misma para infundirme ánimos mirando el empapelado de mi habitación de color beige con pequeñas lilas como si fuera a liberarme de mis cargas. No lo podía posponer más y baje lentamente aquellas ruidosas escaleras de madera oscura.
Fueron dos días, poco productivos, y para nada satisfactorios, en los que no había vuelto a mi pequeño refugio en el parque. Y hoy me encaminaba hacia allá, con ciertas expectativas que me reusaba a admitir para mí misma mientras transitaba aquel conocido camino.
El colegio seguía su curso normal y sin sobresaltos, con sociabilidad nula, y poca retribución a mi espíritu, solo esto me quedaba. Y lo amaba demasiado como para dejarlo por demasiado tiempo. Ya a pocos pasos de mi banca predilecta, rodeada de arboles que daban pequeñas florecillas de color lavanda me di cuenta de que esta vez sería algo diferente a las demás, porque cuando alce mi vista de mis zapatos, los cuales vigilaba de cerca para no tropezar, vi a Santiago vestido con una camisa blanca, un pantalón color caqui y la corbata floja, sentado en el otro extremo del parque con las piernas cruzadas ambas sobre el banco viendo al vacio.
Aun a esa distancia pude notar, no sé por qué, a la vez que enroscaba un mechón suelto de mi pelo con los dedos, que su semblante estaba perturbado y algo… triste. Me sorprendió un poco, pero más me tomo por sorpresa como en mi pecho se formaba un nudo lleno de angustia. Me resistí, no lo podía aceptar, ni lo iba a hacer. Simplemente me limite a sentarme a leer unos de mis libros favoritos, con el fin de distraerme y relajarme, disfrutar como antes de aquel mágico lugar para mí desde hace mucho ya, rodeada de naturaleza y serenidad.
Fue un esfuerzo en vano, de vez en cuando lanzaba pequeñas miradas por sobre las algo amarillentas páginas de mi novela para ver si continuaba ahí, y así era, aun con su expresión contrariada. Estuve un buen rato de esta manera, hasta que nuestras miradas se cruzaron y un escalofrió recorrió toda mi espina dorsal, en cuanto que a él pareció como si un rayo lo hubiera atravesado por el rostro y lo hubiese iluminado con un resplandor dorado y una enorme y perfecta sonrisa llena de afecto.
-No- me ordene a mí misma, a la vez que contenía mi rubor y escondía mi cara de nuevo en el libro. Otro rato paso sin que nos viéramos hasta que no pude soportar de nuevo, mi voluntad flaqueo; volví a ver hacia su dirección. Ahí estaba, aun triste, y me resultaba doloroso muy a mi pesar.
Suspire –Bien... hazlo, que mas da- me dije; entonces me quite la hebilla del pelo que sostenía un rodete, que molestaba por lo tirante; deje caer mi cabello ondulado hacia los costados, coloque un marcador en la novela, tome mi morral y avance hacia donde se encontraba sentado Santiago mientras que mi camisola blanca con pequeñas motitas rojas se removía por el viento.
Cuando llegue a su lado el corto la llamada en su celular y lo coloco en el bolsillo de su pantalón, y sus refinadas facciones parecieron iluminarse de nuevo, resplandeciendo con una sonrisa picara. Fue cuando comencé a sentir el rubor; como lo odiaba por eso.
-Hola- dije cortante, ya de mal humor arrepintiéndome de estar ahí parada.
-Hola- respondió con amabilidad y un entusiasmo escondido bajo la voz
-Solo pasaba a saludar, y… no sé; saber si te encontras bien…- dije forzada
-Pues… Eso es algo que te interesa?- me dijo con algo que me pareció burla mientras sonreía como un niño pequeño e inocente, algo que me irrito más, porque siempre conseguía sacarme de compostura?, nadie podía, solo él.
-La verdad, NO, solo lo decía porque me parecía lo menos que podía hacer después de que vos me ayudaste ese día en que estaba mal- dije casi gritando toda colorada. Mentirosa me dijo una voz en mi interior.
-Bueno gracias pero no me debes nada, yo solo lo hice por… no sé, algo me llevo a hacerlo, a ir a tu lado- sonrió un poco mas- pero no quiero que te sientas en deuda por eso…
-Está bien yo…- su celular comenzó a sonar de nuevo interrumpiendo mis palabras, Santiago se limito a mirar el numero y corto.
-Me tengo que ir- articulo cada palabra como una disculpa mientras se revolvía un poco sus oscuros cabellos y me miraba a los ojos. La ansiedad me invadió de nuevo cuando dio su primer paso lejos de mí.
-Espera!- dije sin pensarlo y lo tome por el codo -no te vayas todavía, no-
En un segundo había tirado todas mis cosas al suelo para detenerlo, por verle a los ojos, sabía que era eso; lo sabía muy bien, no me gusto confirmarlo pero tampoco lo podía evitar. La expresión de Santiago pasó de la sorpresa en un segundo a la satisfacción y la alegría en otro. Sonriendo me abrazo muy fuerte.
-Rachael- dijo mi nombre entre mis cabellos.