Hacia una semana desde que Santiago y yo nos encontrábamos de forma total y completamente conciente en el parque para pasar nuestros preciados momentos de ocio y paz juntos, por supuesto, hoy no seria la excepción. Ese simple pensamiento me bastaba, para que mis clases se convirtieran en un simple y borroso recuerdo que se esfumaba casi al mismo tiempo que iban sucediendo en mi mente.
No me importaba en lo mas mínimo solo quería salir de aquel frío e impersonal edifico, ser libre. Para eso solo me quedaban escasos minutos que decidí gastar garabateando la esquina de una de las hojas de mi cuaderno de matemáticas, puesto que seria lo mas productivo que llegaría a realizar en esa materia en todo el año.
Ni bien termino de sonar la campana de salida ya había recogido todos mis libros en el morral y colocado mi cardigan color rojo oscuro sobre mi blusa negra con puntilla, lista para salir de ahí cuanto antes, evitando los obstáculos que suponían los demás alumnos habidos de sociabilizar, algo completamente ajeno a mi carácter y para lo que no tenia tiempo ni ganas en absoluto.
Así emprendí de nuevo aquel conocido camino a mi “santuario” aunque debería decir “nuestro”, transitándolo lentamente con cada ves mas ansiedad mientras pasaba por entre los árboles ya sin hojas y mientras el cielo se tornaba lavanda una vez mas.
Un fino aroma a florecillas silvestres se filtro por mi nariz junto con una fría brisa revoloteando los pocos cabellos sueltos que se habían escapado de mi hebilla haciéndome cosquillas en las orejas, cuando alce mi mirada hacia la banca de siempre donde me esperaba pacientemente de espaldas a mi. Con esa simple visión frente a mi sentí como el rubor subía por mis mejillas de nuevo, sensación que todavía me incomodaba, y termine de dar los escasos pasos que faltaba para encontrarnos de nuevo.
En cuanto Santiago escucho el sonido de mis torpes pasos, supuse, se giro hacia mi con el rostro encendido en una hermosa sonrisa mientras se ponía de pie para recibirme con una calido abrazo. Sus largos y blancos brazos me envolvieron al instante haciendo me sentir vergonzosamente segura, mientras procuraba no pisar sus lustrosos zapatos negros, y olisqueaba disimuladamente su perfume en el cuello de su camisa negra. El solo parecía presionarme más contra su cuerpo a la vez que hundía su cara en mi cabello, era algo peculiar como siempre me daba la sensación de que se despedía de mi todo el tiempo, pero siempre era abrumado por el fuego en mis mejillas y la poca concentración que me dejaba su presencia desde que había aceptado muy a mi pesar que de alguna extraña manera el significaba algo para mi aun sin haberlo dicho en voz alta pues no me atrevía todavía, en el fondo me fastidiaba ser así.
-Hola- dijo en un suspiro como si le faltara el aire
-Hola- respondí algo torpe- como estas?
-Pues bien… ahora que te veo más tranquilo- y finalizo con una pequeña sonrisa picara
-Y eso porque?- de que se preocupaba tanto, ni que fuera una zona tan insegura pensé
-Lo que pasa es que… no se –dudo mientras revolvía un poco su oscuro cabello y miraba sus pies, incluso creí reconocer algo de rubor en su pálida piel-
-Estar sin verte mucho tiempo; me produce malestar… suena raro; no se si entiendes- finalizo mirando hacia su izquierda perdiendo sus oscuros ojos en el horizonte y colocando sus manos en los bolsillos de su pantalón.
Su declaración tan repentina, tan simple, me había tomado por sorpresa, y tarde unos segundos en reaccionar, asegurándome de no hacer un movimiento en falso y tropezarme o algo quedando como una estupida como siempre, eso solo lo hizo ponerse mas tenso desde mi punto de vista por lo que respondí como pude mientras comenzaba a juguetear con un mechón de cabello.
-No- dije- Osea si… si entiendo a mi me pasa algo muy parecido cuando no te veo en mucho tiempo- dije mientras sentía que mi pulso llegaba a mis oídos.
-Oh…- Alcance a oír en un suspiro. Y alce mi rostro encontrando justo nuestras miradas con el paso de otra brisa más fuerte más helada, y más… perfumada removiendo nuestros cabellos y ropas. Simplemente nos acercamos el uno al otro; cuando mi móvil comenzó a sonar estridentemente; y toda mi romántica construcción de la realidad se desmorono.
-Carajo!- casi grite, mientras Santiago me miraba tratando de no reírse; casi estuve a punto de insultarlo a el también por eso, pero al ver el mensaje en mi teléfono el cambio en mi expresión debió haber sido tal que el mismo se puso extremadamente serio.
-Me tengo que ir dije sin ánimos, mientras me daba media vuelta y el me acompañaba unos pasos-
-Pero que paso? , algo grave?- comenzó a interrogarme, lo que me ponía incomoda y fastidiosa
-No- dije sin expresividad en mi voz mientras cerraba los botones del cardigan caminado hasta que me detuvo a la fuerza y me coloco frente a el.
-Que pasa?- sus ojos demostraban tanta tristeza, tanta preocupación a la vez que acariciaba mis mejillas con su pulgar, y ambos descubrimos que había comenzado a llorar.
-Nada, no pasa nada, son cosas de mi casa, pero no es nada grave... –dije sin convicción-
-Entonces porque lloras?, te puedo aliviar?- casi sonaba alarmado mientras tomaba con ambas manos mi rostro
-No, nadie pued…
Simplemente callo mis palabras con sus labios, de una forma dulce y apasionada al mismo tiempo que mi ultimo par de lagrimas se escurría por entre nuestras facciones, dando paso a que mi respiración se volviera mas agitada y solo me preocupara tenerlo mas cerca de mi como fuera posible, cosa que parecía no molestarle en lo mas mínimo, acariciando mi espalda con una de sus manos y tomándome por la nuca con la otra. Mi piel quemaba, y sentía su sabor en mi tan agradable, dulce. Anonadada por las sensaciones, sin saber bien que hacer. Ni como reaccionar. Sintiendo algo en el centro de mi cuerpo que no podía describir. Tomándolo del cabello…
Aunque en ese momento estaba en el cielo, no podía escapar de mi cruel castigo. A duras penas junte toda mi voluntad y débilmente nos separe el uno del otro para despedirme sin decir nada. Santiago simplemente se limito a sonreírme de forma algo forzada mientras acomodaba un mechón de mi pelo detrás de mi oreja, solo eso.
Emprendiendo mi viaje de nuevo a casa, cruzando los brazos en mi pecho, vigilando mis pasos para no caerme en la oscuridad; sintiéndome mal, por no poder haber estado mas tiempo a su lado, por no haber podido siquiera hablar un poco; de no haberle dicho que no me podía ayudar en nada, amenos que pudiera curar la esquizofrenia de mi madre.
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